En el film Totalmente poseídos, La Renga combina motos y rock, pero también mística e introspección

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En su debut como director de cine, Chizzo construye una road movie que funciona como una “batidora de conciencia” que trasciende las búsquedas musicales.

Lo que importa no es llegar, lo que importa es el camino. Esa lección de sabiduría ancestral, una de las máximas del budismo, repercute en Totalmente poseídos, el film de La Renga que se estrenó este jueves en unas 200 salas de todo el país. En poco más de una hora y media, no abundan las palabras, ni los diálogos. Se trata de una road-movie en la que no hay un conflicto, ni un nudo argumental. Podría definirse como una película testimonial, pero tampoco se trata específicamente de eso. Es, más bien, la bitácora de un grupo de amigos que pasaron los 50, que integran el grupo de rock más convocante de la Argentina, y que salen en moto a la ruta, emulando a los protagonistas de Easy Rider, el icónico film motoquero dirigido por Dennis Hopper en 1969.

El marco es la pospandemia y la excusa es la gira de presentación de Alejado de la red (2022), su disco más reciente, concretando un viejo anhelo de la banda: hacer el tour en motos. Para ello, contaron con el apoyo de cinco talleres de customización de motos, y amigos, anfitriones en los distintos puntos de una travesía que parece emular a De Ushuaia a La Quiaca, el emblemático proyecto de León Gieco y Gustavo Santaolalla a mediados de los 80.

​​“No es que tenga un guion, pero sí un relato. Va a ser una película muy visual y musical, más que nada, en la que se mezclan las imágenes del viaje con la de los shows, lo que le da un toque como que estás adentro de una batidora de conciencia”, le contaba Gustavo Chizzo Nápoli a Sebastián Ramos hace poco más de un año, en la entrevista para ROLLING STONETotalmente Poseídos marca el debut del guitarrista y cantante como director de cine, en dupla con Diego “Cholo” Stokelj. Y esa “batidora de conciencia” parece reproducir el viaje mental y personal de miles de kilómetros en la ruta. Un exilio psíquico, un retiro espiritual, con el rugir de los motores como banda sonora y la multiplicidad de paisajes como fuente de inspiración.

“Fuimos enviciados con un hechizo. Es hora de abstraerse y cabalgar al viento. Allá vamos, a volver a pasar por adonde nacieron aquellas canciones. No hay tiempo. Ya no hay vuelta atrás. El viaje empezó hace rato. Sólo hace falta un mundo, para dar una vuelta”, dice Chizzo, en una de las contadas intervenciones que hace, en off, para acompañar el relato visual. Un relato que acompaña el derrotero de los paisajes, de los usos y costumbres de cada geografía. “Vamos a mascar un yuyito para soportar la altura”, dice -por ejemplo- en medio de un paisaje andino.

Los músicos se compenetran con los paisajes, imponentes y monumentales, tomados desde el aire con drones que registran el paso de una caravana de motos, unos Hell´s Angels amistosos y de Mataderos.