No hay dudas que el triunfo de Daniel Passerini por ocho puntos causó sorpresa, porque en la previa las encuestas hablaban, hasta las más optimistas, de una diferencia que no llegaría al 3%, en este contexto y con el objetivo de defender a la gestión y a su candidato, la militancia barrial fue protagonista.
Nadie que recorra la ciudad pudo decir en los últimos quince días al menos, que no se cruzó en alguna avenida a grupos de militantes justicialistas militando el voto de Hacemos Unidos por Córdoba, y ahí estuvo la clave: la constancia y persistencia de hombres y mujeres que volvieron a salir a la calle dejando de lado las nuevas formas de comunicar como las redes sociales por ejemplo.
El cara a cara, visitar familias, recorrer negocios, fábricas, parques, plazas, etcétera, es lo que se pudo ver. La mística sigue intacta, dijeron algunos dirigentes barriales que ahora se inflan el pecho por el trabajo realizado y por los resultados obtenidos.
Cuando se dirimieron las candidaturas, Passerini estaba quince puntos abajo de De Loredo, y un trabajo fino y coordinado entre varios engranajes logró dar vuelta una elección que en algún momento se pensaba perdida. Hay que volver a las bases, hay que volver a la calle, ahí está «la posta», y quedó claramente demostrado en esta elección.